Vivimos en sociedad y esto hace que a través de nuestra vida,
nuestras costumbres y hábitos sean heredados y asimilados, estas costumbres pueden variar
en función de los cambios o paradigmas producidos a lo largo del tiempo en
mayor o menor grado, quizá estemos en un cambio de paradigma en estos momentos,
lo que significa que los valores inmanentes impuestos y transmitidos
tradicionalmente pueden cuestionarse sin que esto suponga un problema para una
sociedad viciada, confundida y sometida.
Establezcamos un conflicto social de valores entre todos a
través de unos principios sólidos y aprobados por todos de forma consensuada
por encima de religiones e ideales políticos, sociales y/o egoístas, basados en
“mis criterios son mejores que los tuyos”
y dejemos que la mediación pedagógica haga patente este discurso. Quizá sea una
utopía, pero debemos poner esa racionalidad en los hechos.
Uno se hace persona a través de las personas que van dejando
huella en sus vidas y van forjando su desarrollo, nadie consigue las cosas sólo
por si mismos: esto constituye lo que podemos llamar identidad moral. Y de esta identidad moral construida paso a paso
es de lo que habla o trata la ética. Esta perspectiva tiene y debe extenderse
no solo a los alumnos, sino a todos los que constituimos la Comunidad
educativa, es decir, orientadores, profesores, tutores, padres, Universidad…
A través de la ética las personas manifiestan lo que son por
lo que se hacen ser, es decir, una segunda naturaleza que se cierne sobre
la primera para su mutuo desarrollo. A lo largo de esta experiencia se van
adquiriendo y practicando los valores necesarios para el desarrollo educativo,
mediante la adquisición de los hábitos; los valores no se pierden, pero lo que
si pueden perder o abandonar son estos hábitos, si no los trabajamos tanto a
nivel privativo como social y a nivel teórico como práctico. Esto requiere de
esfuerzo, se trata de llegar lo más lejos posible en nuestros hábitos y
capacidades. Mantener estos hábitos supone un camino hacia la felicidad, a
largo plazo y no a corto, la persona que mantiene estos hábitos será más
tolerado y tolerante por y con los demás, es lo que podemos llamar una persona
de principios.
La ética subyace de la experiencia, pero esta también se
aprende, partiendo del reconocimiento del propio desconocimiento, todo lo que
no sea así raya la ignorancia y las bases de la intolerancia. Con la filosofía
de la ética aprendemos a saber y conocer; ahí está el principio de saber que no
se, se aprende a querer, a desear algo, a echar de menos algo, aprendemos a
luchar contra el: “lo quiero todo y ya”
Por lo cual nosotros como docentes,
adultos, padres, pedagogos debemos
aprender a no ceder ante estos designios; muchas veces lo hacemos por
pereza, desidia o por evitar problemas, conflictos y confrontaciones, por creer que así los
demás nos van a querer y respetar más. Estamos obviando el problema de la
educación y entre tanto, podemos mantener los debates que queramos acerca de la
ética, pero si no somos responsables de nuestros actos la sociedad se tambalea
cual árbol sin raíces sólidas. Con la ética nos cuestionamos las cosas, los
medios, los fines, aprendemos a valorar y no a juzgar, aprendemos a ser
ecuánimes sin ir por el camino fácil, aprendemos a dudar, aprendemos a abrirnos
a los demás, a conocer ya amar a los
demás, en resumidas cuentas aprendemos a ser….
La ética no puede ser sólo teoría, hablamos de actos y
hechos, debemos comprometernos y ponerla en práctica día a día. En otras
palabras el camino del Éthos o de hacer el bien que como decía Aristóteles, es
el camino que lleva a la felicidad. Y las buenas acciones no se realizan para
que las vean los demás, como con cualquier personaje público en busca de
reconocimiento, sino que nacen desde nuestras entrañas y no a cambio de algo. El
Éthos es nuestra segunda naturaleza para los griegos clásicos, por lo cual el
hombre organizado en sociedad, necesita establecer normas para regular el
comportamiento y el modelado de su carácter.
Finalmente decir que la ética pretende o debe intentar
regular la conducta humana y digo regular y no determinar cómo les gustaría a
muchos, y decirnos como deberíamos ser y
vivir. Estaríamos pues ante una ética general, de la que hemos hablado, que
estudia los principios o hábitos morales y una ética especial o deontológica que trata de inculcar el
deber de hacer que estos hábitos se constituyan y desarrollen con la mayor
integridad, justicia, equidad y honestidad.
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