miércoles, 12 de noviembre de 2014

Ética educativa

Vivimos en sociedad y esto hace que a través de nuestra vida, nuestras costumbres y hábitos sean heredados  y asimilados, estas costumbres pueden variar en función de los cambios o paradigmas producidos a lo largo del tiempo en mayor o menor grado, quizá estemos en un cambio de paradigma en estos momentos, lo que significa que los valores inmanentes impuestos y transmitidos tradicionalmente pueden cuestionarse sin que esto suponga un problema para una sociedad viciada, confundida y sometida.
Establezcamos un conflicto social de valores entre todos a través de unos principios sólidos y aprobados por todos de forma consensuada por encima de religiones e ideales políticos, sociales y/o egoístas, basados en “mis criterios son mejores que los tuyos” y dejemos que la mediación pedagógica haga patente este discurso. Quizá sea una utopía, pero debemos poner esa racionalidad en los hechos.
Uno se hace persona a través de las personas que van dejando huella en sus vidas y van forjando su desarrollo, nadie consigue las cosas sólo por si mismos: esto constituye lo que podemos llamar identidad moral. Y de esta identidad moral construida paso a paso es de lo que habla o trata la ética. Esta perspectiva tiene y debe extenderse no solo a los alumnos, sino a todos los que constituimos la Comunidad educativa, es decir, orientadores, profesores, tutores, padres, Universidad…
A través de la ética las personas manifiestan lo que son por lo que se hacen ser, es decir, una segunda naturaleza que se cierne sobre la primera para su mutuo desarrollo. A lo largo de esta experiencia se van adquiriendo y practicando los valores necesarios para el desarrollo educativo, mediante la adquisición de los hábitos; los valores no se pierden, pero lo que si pueden perder o abandonar son estos hábitos, si no los trabajamos tanto a nivel privativo como social y a nivel teórico como práctico. Esto requiere de esfuerzo, se trata de llegar lo más lejos posible en nuestros hábitos y capacidades. Mantener estos hábitos supone un camino hacia la felicidad, a largo plazo y no a corto, la persona que mantiene estos hábitos será más tolerado y tolerante por y con los demás, es lo que podemos llamar una persona de principios.
La ética subyace de la experiencia, pero esta también se aprende, partiendo del reconocimiento del propio desconocimiento, todo lo que no sea así raya la ignorancia y las bases de la intolerancia. Con la filosofía de la ética aprendemos a saber y conocer; ahí está el principio de saber que no se, se aprende a querer, a desear algo, a echar de menos algo, aprendemos a luchar contra el: “lo quiero todo y ya” Por lo cual  nosotros como docentes, adultos, padres, pedagogos debemos  aprender a no ceder ante estos designios; muchas veces lo hacemos por pereza, desidia o por evitar problemas, conflictos  y confrontaciones, por creer que así los demás nos van a querer y respetar más. Estamos obviando el problema de la educación y entre tanto, podemos mantener los debates que queramos acerca de la ética, pero si no somos responsables de nuestros actos la sociedad se tambalea cual árbol sin raíces sólidas. Con la ética nos cuestionamos las cosas, los medios, los fines, aprendemos a valorar y no a juzgar, aprendemos a ser ecuánimes sin ir por el camino fácil, aprendemos a dudar, aprendemos a abrirnos a  los demás, a conocer ya amar a los demás, en resumidas cuentas aprendemos a ser….
La ética no puede ser sólo teoría, hablamos de actos y hechos, debemos comprometernos y ponerla en práctica día a día. En otras palabras el camino del Éthos o de hacer el bien que como decía Aristóteles, es el camino que lleva a la felicidad. Y las buenas acciones no se realizan para que las vean los demás, como con cualquier personaje público en busca de reconocimiento, sino que nacen desde nuestras entrañas y no a cambio de algo. El Éthos es nuestra segunda naturaleza para los griegos clásicos, por lo cual el hombre organizado en sociedad, necesita establecer normas para regular el comportamiento y el modelado de su carácter.

Finalmente decir que la ética pretende o debe intentar regular la conducta humana y digo regular y no determinar cómo les gustaría a muchos, y decirnos  como deberíamos ser y vivir. Estaríamos pues ante una ética general, de la que hemos hablado, que estudia los principios o hábitos morales y una ética especial o deontológica que trata de inculcar el deber de hacer que estos hábitos se constituyan y desarrollen con la mayor integridad, justicia, equidad y honestidad.

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